martes, 30 de octubre de 2012

Poesía y sociología

Para Alma Suárez y el Biombo Poético

Nada pareciera más lejano al trabajo científico sociológico que la poesía. Sin embargo esa distancia que separa la poesía de la sociología, no es más que una ficción La poesía mucho puede aportar a la sociología, pues ella expresa no sólos las preocupaciones y dolores del poeta frente al mundo que le ha tocado vivir, sino que es también un medio de expresión, a través del cual los silenciados, los mudos, los reprimidos expresan su sentir. Pero aún más, la poesía nos habla sobre las esperanzas, los sueños, las ilusiones del ser humano frente a una realidad que la cuestiona y le inquiere. Cuando oímos al poeta, no sólo escuchamos la voz del que habla y ha escrito, sino también la de los hombres y mujeres que encuentran en la poesía y en los propios poetas el canal y el medio, para decir lo que muchas veces debe ser gritado, exigir lo que no sólo debe ser pedido, para proponer lo que muchos no se atreven siquiera en pensar.
Por eso, el sociólogo debe oír al poeta, debe escucharlo con atención, y debe descubrir debajo del ropaje propio del discurso poético, la mirada inquisitiva y crítica del poeta y la de aquellos a  los que poeta  representa consciente o inconscientemente. Igualmente debe escuchar lo que el poeta propone, con lo que sueña y en lo que pone sus esperanzas, porque el sociólogo, no pude ni debe ser ajeno a cualquier propuesta que el poeta  expone tendiente a mejorar la sociedad y la existencia humana. La sensibilidad artística del poeta, como la del novelista o el cuentista, como la del dibujante, el fotógrafo o el escultor, les permite captar cosas y elementos de la vida social y personal que desde el discurso científico no es posible muchas veces captar tan fácilmente, por la necesidad del sociólogo de aferrarse a los métodos y técnicas de investigación, a la lógica y a la razón, que si bien son las armas teórico metodológicas del sociólogo, no son las únicas formas de conocer. Hay que reconocer que la sensibilidad del poeta lo capacita para ser impresionable frente a la realidad que lo circunda, a captarla de una manera que el sociólogo no puede hacerlo sino a costa de salirse de su campo de acción y las limitaciones que éste impone. De ahí la importancia del diálogo entre el poeta y el sociólogo, entre la poesía y la sociología, entre el arte y la ciencia, ya sea mediante el diálogo directo, personal y grupal, o por mediación de la palabra escrita y hablada del poeta y la poetiza. En la poesía, la oda, el verso o la trova  está también el filón del conocimiento de lo social, de lo humano; esta la realidad poetizada, a la que el sociólogo debe ser sensible.  Al dialogar el poeta y el sociólogo, el sociólogo debe ser capaz de traducir lo poético a lo científico, como problemas de investigación, como elementos de crítica social, como imaginaciones de un mundo mejor; el poeta por su parte debe ser capaz de volver accesibles al público sensible, muchos de los descubrimientos del sociólogo. Así ambas partes se enriquecen y la sociedad gana.

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