martes, 3 de enero de 2012

La actividad intelectual y los afectos desde una óptica sistémica

Como toda acción humana, el trabajo intelectual es una actividad motivada por nuestros afectos o desafectos. Ellos están en la base de nuestros actos, de sus sentido y dirección, así como de las metas y objetivos que pretendemos alcanzar. Muy lejos de lo que se piensa comúnmente, la actividad intelectual no es algo frío, objetivo, neutro, lejano a la sociedad, a sus miembros, a sus problemas y conflictos, así como a sus aspectos positivos. La actividad intelectual se fundamenta  en lo que sucede en el mundo, como también en la curiosidad, en la inquietud, en el custionamiento sobre esos hechos o fenómenos; en las preguntas que día tras día surgen del contacto mismo con la sociedad y el medio ambiente (artificial o natural) y su constante devenir. Pero también se basa en los afectos (o desafectos) que esa sociedad y ese mundo nos producen. De ahí entonces que la actividad intelectual no sea nunca neutra ni subjetiva, aunque trata de ser lo más objetiva posible. Sobre aquello que nos ha motivado emocional y sentimentalmente, tratamos de describirlo y después explicarnoslo de la mejor manera posible. Como intelectuales aspiramos a encontrar por lo menos razones que nos digan por qué las cosas son de una manera y no de otra. También queremos encontrar hechos o fenómenos, sucesos causales que nos expliquen con la mayor certeza posible el origen de tal evento y que nos pemitan hacernos nuevas preguntas sobre tal acontecimiento. Y entonces reiniciamos el trabajo intelectual una vez más, en búsqueda de nuevas respuestas y, por cierto, de nuevas preguntas que tratar de responder. Como diría el ciudadano de a pié, es el cuento de nunca acabar. Porque cuando el intelectual muere y ya no puede hacer más, surge otro que hereda las mismas preguntas y sigue adelante buscando respuestas y más cuestionamientos, partiendo de ese lazo común que une a unos y otros trabajadores del conocimiento, el amor por saber, la curiosidad por averiguar, a veces por el simple gusto de conocer, otras veces motivados por los problemas y dificultades que enfrentamos en la vida cotidiana.
Al trabajo intelectual, visto desde la óptica sistémica, nos mueve sí, la vocación, pero también simultáneamente la cultura, la normatividad, las relaciones sociales, la decisión personal, nuestro organismo y el medio ambiente que nos rodea. La actividad intelectual es de orden sistémico y va de lo cultural y social a lo individual y orgánico. Por lo que los aspectos afectivos y las motivaciones (subsistema psíquico) no le son  agenos. Aun más, esos aspectos son centrales, pues sin ellos seguramente  la actividad intelectual no se llevaría a cabo, nos aparece que detrás de toda gran idea, pensamiento, teorema o teoría, hay toda una carga afectiva que motivó su producción.