domingo, 30 de octubre de 2011

Objetividad y subjetividad en sociología

El compromiso de la sociología como ciencia social es ser objetiva, lógica, racional, apegada a los hechos más alla de emociones, sentimentalismos o juicios morales. Estamos de acuerdo con ello, sin embargo se debe considerar que como la sociología estudia a la sociedad desde dentro, es decir, el sociólogo investigador es parte de la sociedad que él estudia, es prácticamente imposible eludir los factores sentimentales, emocionales, afectivos e ideológicos. Y consecuentemente, es muy difícil ser imparcial fente a los hechos o fenómenos que se estudian, que son esencialmente humanos, sobre todo cuando ellos se relacionan con las grandes desigualdades sociales, la pobreza, la marginación, la enfermedad, la delincuencia o la corrupción, por poner sólo unos ejemplos. Así, la objetividad, la imparcialidad e incluso la fría neutralidad, deben ser más una aspiración que se busca cumplir mediante los métodos, las técnicas y los instrumentos de investigación, a sabiendas de su imperfección, y de que eventualmente se puede hacer un uso poco honorable y recto de los mismos. El uso de los métodos y las técnicas así como de las herramientas, por precisas y sofisticadas que sean, no pueden eventualmente evitar que se cuelen en la investigación nuestos afectos o rencores; simpatías o antipatías. En verdad que sólo toca al sociólogo mantener el control  de sus aspector emocionales y sentimentales mediante una honorabilidad y moralidad conscientemente asumidas y ejercidas en su trabajo cotidiano. El sociólogo debe aprender que muchas veces los resultados de su investigación pueden llegar a ser contrarios a sus intereses y preferencias y que, a pesar de ello, debe repetar tales resultados si realmente aspira a a hacer un aporte valioso y significativo en su ámbito profesional y a la sociedad. No se le pide al sociólogo que sea totalmente neutral y objetivo, pues es pedir no sólo un imposible sino que también es poco saludable. El sociólogo no es una maquina, es un ser viviente, no es un estudioso de la materia inamnimada, sino de seres de carne y hueso, que piensan y sienten, tal como él. Por ello no es posible la neutralidad y la objetividad absolutas. El sociólogo ve la realidad, la observa, la mide, desde un lugar determinado en la edificio social, en un momento histórico determinado y en una situación específica. Y es a partir de su cúmulo de conocimientos, de su experiencia de vida personal y profesional, que saca conclusiones y consecuencias de lo que observa y analiza. Por lo tanto, el reto es más bien poner la objetividad  y la subjetividad en el lugar que les corresponde. Mucho de lo que hoy sabemos sobre el hombre en sociedad, sobre las relacione sociales, sobre la acción, no se hubiera estudiado si tales hechos o fenómenos no hubiesen despertado la curiosidad del sociólogo, si no le hubiesen conmovido, si no hubiesen despertado algún tipo de reacción emocional en él. Tampoco el socióologo podría hacer algún tipo de propuesta política o social, si no mediara un interés legítimo por el bienestar de una comunidad, grupo o la sociedad.
El estudio de lo social nunca ha sido, es o será neutral so pena de caer en la indiferencia y la insensibilidad, en cuyo caso los aportes del sociólogo serían poco o nada útiles y valiosos. Si los aportes de los padres de la sociología fueron valiosos, se debió a su compromiso por mejorar la sociedad en que les toco vivir, o cambiarla para construir algo mejor, son los casos de por ejemplo, Carlos Marx, o Augusto Comte, Emile Durkheim, Spencer, Max Weber y muchos más. No fueron ajenos a los problemas y dificultades de su tiempo y sosciedad. Hoy debiéramos seguir su ejemplo aportando saberes y experiencias para crear un mundo mejor para todos.