jueves, 22 de diciembre de 2011

El oficio del sociólogo en la sociedad contemporánea mexicana

A diferencia de los que sucede en los Estados Unidos, la sociología en México y en muchos países de América Latina ha tenido un desarrollo mucho menos grande de lo que habría de haberse dado. Uno de los factores que ha contribuído negativamente, es la identificación entre sociología, marxismo y revuelta social. Se ha creído erróneamente que ser sociólogo es sinónimo de rebeldía, rebelión, actitud destructiva y algunas cosas más por el estilo. Lo que es del todo lejano a la verdad. Si ha habido sociólogos que se han comprometido con causas reformistas y revolucionarias, pero no todos han caído en esa posición. Pero el problema ha sido menos de actitud personal que de el enfrentamiento con realidades lacerantes que conmueven los sentimientos y emociones del profesional de la sociología y que lo llevan a asumir un determinado compromiso con una causa social. No es posible pensar el oficio del sociólogo sin el contacto con la sociedad, sus problemas, necesidades y carencias, y tampoco es posible pedirle al sociólogo una posición, fría, distante, neutra, frente a los graves problemas que se viven hoy en día. El sociólogo, por serlo no deja de ser un ser humano, por el contrario, tal vez se vuelve más humano, más sensible, más perceptivo en su contacto cotidiano con la realidad social. Y eso no sólo es lo esperable, sino lo deseable, pese a la lucha interna que muchas veces produce ese contacto, entre lo que dicta la ciencia y la razón y lo que demanda el alma y corazón del sociólogo. Parte del oficio del sociólogo es luchar entre esos dos polos para poder llevar a cabo una labor fructífera bienhechora, ya sea en el campo de la docencia, o la investigación, o la colaboración con una asociación filantrópica o un movimiento social, una ONG o una oficina gubernamental dedicada a los servicios sociales y comunitarios. Incluso en su trabajo en una empresa privada.
Otro factor ha sido sin duda el desconocimiento de todos los campos y áreas en que el sociólogo puede colaborar  profesionalmente. En México y países latinoamericanos el ejercicio ha quedado restringido a la docencia a nivel medio superior y superior, a  una escasa investigación, el trabajo en la administración pública o en organizaciones públicas y sociales asistenciales. El campo de la iniciativa privada, el trabajo en empresas o la formación de las mismas está prácticamente olvidado. No ha habido un acercamiento entre el empresariado y el sociólogo que les permita a ambos beneficiarse mutuamente. Hay desconfianza e incomprensión producto de muchos prejuicios de ambas partes. No se sabe en qué se pueden beneficiar unos y otros y esto ha ido en detrimento de los sociólogos que en muchos casos y pese a los posgrados sufren desempleo o subempleo, y salarios insuficientes para un profesionista.  Así que gran parte del reto del sociólogo contemporáneo gira entorno a lograr mantener una pensamiento crítico reflexivo sobre lo social y a la vez, incertarse favorablemente en el mercado laboral.  En una sociedad donde la crítica es mal vista, donde se lee y piensa poco, donde la innovación es vista más como un peligro que como un beneficio, la labor del sociólogo es bastante difícil y peligrosa. Y sin embargo, no queda más remedio de remar a cotracorriente tratando de abrir espacios de análisis, reflexión, crítica, innovación y creatividad en beneficio de esa sociedad que se niega a ver las virtudes de asumir una posición progresista, como es el caso mexicano. 

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